domingo, 10 de febrero de 2008

NOSOTROS (1ª PARTE)

Fue ese día cuando Manuel perdió su sombrero, y también, perdió a su mujer. No era la primera vez, y todos sabíamos que tampoco sería la última.

Manuel nos había pedido que le diéramos permiso para ir a visitar al hospital a su hermano Zacarías. En principio se lo dimos, le dijimos que sí, pero nos preocupó cuando nos comunicó que quería hacerlo acompañado de su mujer.

Eso ya era otra cosa, y nos daba miedo. Pero nos insistió tanto, nos prometió tantas cosas, que al final, como siempre, accedimos a ello.

Así fue como Manuel salió del asilo vestido con su traje gris de domingo, camisa inmaculada que resaltaba más con el contraste de su corbata verde. Y en su cabeza, como un gran señor el sombrero negro de ala ancha.

Ése, pensamos, haría por los menos el número veinte que se compraba. Agarrada con fuerza, y con cara satisfecha iba su mujer Amparo en un lado, y en el otro, su mano se apoyaba en el bastón de marfil.

Todos rezamos para que a la hora, tal y como nos había prometido Manuel, regresara toda la postal que en ese momento estábamos viendo.

Pero no fue así.

Empezamos a preocuparnos cuando habían pasado quince minutos de la hora marcada, y luego fueron treinta. A los cincuenta comenzaron las llamadas al hospital para comprobar si todavía estaba allí.

Nuestro disgusto fue mayor al enterarnos que Manuel y Amparo ni siquiera habían llegado.
Hablamos con Zacarías, su hermano. Con las enfermeras de la planta, con los guardas de seguridad de la puerta.
Les dimos la descripción exacta de los dos. Y las respuestas fueron las mismas. No habían aparecido por el hospital.

A las tres horas de su salida del asilo cuando estábamos ya decididos a llamar a la policía vimos a lo lejos que llegaba Manuel.

Su pulcro traje estaba manchado de barro. El poco pelo que rodeaba su cabeza era un amasijo de canas. Su cara, indicaba sin lugar a dudas que algo había ocurrido.
Le hicimos sentarse en una silla, venía tambaleándose. El bastón no estaba.

Y comenzamos a interrogarle como si de un acusado se tratara, pero los nervios eran los que hablaban por nosotros.

Continuará…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusto mucho este texto en su dia y me alegro de que por fin lo cuelgues.

Me ha gustado tambien que lo dividas, da un añadido de intriga interesante.

¿Escritora o escribidora? dijo...

Es que poner un texto largo me parece un poco molesto para leer en un blog. Y como éste se podía dividir...

Espero que le guste a los demás tanto como a ti...