jueves, 24 de abril de 2008

AGRIPINA


Agripina aprendió a contar a la edad de cuatro años y se dio cuenta de que el mundo estaba lleno de cosas y personas que se podían contar y contaba el número de garbanzos que le ponían en la mesa, y los de su hermana; y contaba las páginas del periódico cuando era pequeña y aún no sabía leer, su hermana sí; y contaba las esquelas para poder decir cuántos habían muerto, aunque no supiera sus nombres, y el número de fotos que aparecían, y el número de palabras de la primera página. A más palabras, más importantes son las noticias, pensaba ella. Y contaba los vestidos que tenía, y los de su hermana; y los chicos que le pedían baile, y a su hermana; y los tiestos que tenía en su casa, y en la de su hermana; y las veces que su marido la llevaba al cine. Su hermana no tenía marido.


Y contaba los botes y las latas en su cocina, y en la de su hermana; y las figuritas en su salón, y en el de su hermana. Y quien tenga más, mejor será, pensaba ella, y fue acumulando vestidos floreados, y zapatillas de felpa, y cuadros de vírgenes, y muebles de formica, y tapetes de ganchillo, y flores de plástico. Y contaba, y tenía más que su hermana.


Y contaba el número de vecinos de su edificio, y el número de coches que tenían, y el número de hijos, y contaba y tenía más que su hermana. Y contaba el número de amigos de sus cuatro hijos, y sus novias, y los miembros de la familia de las novias, y las casas que tenían, y la plata de sus salones, y las toallas en el baño, y el número de electrodomésticos, y las lámparas de lágrimas. Su hermana no tenía hijos.


Y contaba las veces que su hermana iba al teatro, y las que se iba de vacaciones al extranjero, y el número de prendas de marca que se compraba, e intentaba compararlas con sus veces y con sus números, y su hermana siempre salía ganando.


Y empezaron los achaques y las enfermedades y Agripina los contaba: los de ella y los de su hermana y Agripina ganaba, y eso le gustaba. Y contaba las recetas y las cajas de medicamentos: las de ella y las de su marido, y tenía más. Pero su marido se murió, su hermana no tenía marido, y contaba una y otra vez las tarjetas de pésame y las coronas de flores que enviaron al funeral, y el número de asistentes, y luego se lo contaba a sus amigas, amigas que ya había contado, y a las de su hermana, y contaba y su hermana tenía más amigas, pero no tenía tarjetas de pésame, ni tampoco coronas de flores.

Ayer su hermana ha muerto. Y hoy han llegado las tarjetas de pésame y Agripina las ha contado, y las coronas de flores, y los asistentes al funeral, y ha contado, y su hermana tiene más, y ha contado otra vez las enfermedades y su hermana tenía menos, y tampoco nunca tuvo hijos, ni marido, y Agripina sí, y ha contado los años que lleva contando y son setenta y puede seguir contando y su hermana no, y ha contado todas las cosas que ha contado de su hermana, y ha parado de contar. Porque ya no tiene con quién comparar lo que contaba. Porque ya no tiene qué vivir, ni qué contar, si no es en el pasado. Porque ha ganado la última cuenta, pero no sabe para qué.

Este relato lo edité en el libro "Cuentos Cardinales" en el "Taller de escritura creativa Alfa"


Agripina cuenta… cuenta… demasiado… y compara…

¿Conoces a alguien así?

sábado, 19 de abril de 2008

EL MUNDO DONDE SIEMPRE SE DICE LA VERDAD




Imagenes MySpace



No creo en las personas que dicen:
“Yo siempre digo la verdad”
¿La verdad?
¿Cuál?
¿Su verdad?

Yo tengo que confesarme que no digo siempre la verdad.
No miento, eso sí.
Para mentir hay que tener buena memoria, y yo no la tengo.
Y aunque la tuviera tampoco lo haría.
¿Yo por qué tengo que decir a alguien mi verdad?
Por ejemplo lo que provoca en mí una conversación suya…
O un gesto…
Una actitud…

¿Yo quién soy para seguramente dañar a la otra persona?
No lo haré. Me niego a decir mi verdad.

¿Qué sería de este mundo si todos dijéramos lo que pensamos
y en el momento en el que lo estamos pensando?

Por todo ello reivindico:

Que cada uno piense antes de hablar y
Que guarde sus verdades en el cajón del respeto
cuando sabe que puede dañar a alguien.

He dicho

¿Y tú? ¿Qué dices?
¿La verdad?...






sábado, 12 de abril de 2008

ME GUSTA... NO ME GUSTA...


Imagenes MySpace

Me gusta:

Los dibujos animados
Chuparme los dedos comiendo
Regalar
Dar sorpresas
La gente limpia… de alma…
de lo otro también JA, JA
Cumplir si me he comprometido…
Tener libros por toda la casa…
Preocuparme por mis amigos…
(Amigo: Palabra que no mal uso, todo lo contrario)
Abrazar…
Cocinar para alguien…
Sonreír…



No me gusta:

Los brillos
La envidia (Bueno, las personas que la
padecen. Porque yo a esa señora… no la conozco)
La monarquía
El hígado
Que me regalen el oído
Que me obliguen a hacer algo
Que me levante la voz
Que la gente no se ponga en el lugar del otro…
Las ostras…
La soledad… en compañía…



¿Y a ti… qué te gusta… que no te gusta…?

viernes, 11 de abril de 2008

RONDA DE PALABRAS


Aquella mirada que
me enviaste
llegó,
cuando nevaba sobre
Madrid,
mientras tú, Sabina,
roncabas ebrio…
soñando palabras con
o para…
pedalear volando imágenes
tibias y desnudas,
mudas
Como hablando tiernamente.
Fiero seductor,
muero plácida
en Madrid.

(De Poteo por el Casco Viejo: Un sorbo de crianza = una palabra)

Eramos seis… que empezamos a jugar… a memorizar la palabra de la anterior… Y sin quererlo… Llegamos a ésto. Nos sonó a canción.

Para saber los sorbos sólo tenéis que… dividir las palabras entre Clara, Carmen, Beti, Marisa, Bego y… la que escribe aquí…)

Gracias chicas. Tenemos que repetirlo

P.D. Sabina se invitó a la fiesta… él solito… JA, JA


lunes, 7 de abril de 2008

ERAN CUATRO LAS HIJAS DE ELENA...


Eran cuatro y ninguna era buena.

Y menos… en una lujuriosa mariscada… de noche...

Los bueyes se dejaron….
Las nécoras cocidas saltaron a la plancha en un mar de sal…
Querían unirse a las cigalas amigas… que incitaban al limón y al aceite.
El pulpo quiso atraparnos pero no pudo…
La tarta nos engañó a todas con flores que hablaron de…
… Tantas cosas…
Y el Albariño… ese Albariño…
Nos miró…
Se quitó el corcho y se desnudó…
Ante nosotras…
Así que… le invitamos a la fiesta…

Cuatro palabras salieron de nuestras bocas:

Rencor…
Armonía…
Paz…
Sueño…

Y jugamos con ellas…

Hay que olvidar el rencor, con armonía. Para lograr el sueño de la paz. (K.C.C.)

El rencor no da paz. Tienes que tener un sueño para vivir en armonía. (B.G.N.)

¡Que haya paz! Que yo sueño con un mundo en armonía y sin rencor (S.A.R.)

Veo en tu mirada el rencor.
La armonía de antaño
Te suena a sueño…
Necesitas que una nube de paz vuele hacia ti…
Para sentir…
Para olvidarle… (L.G.N.)

Amigas... Gracias por esa noche...



¿Te apetece jugar a ti también… con estas palabras?...